La situación geográfica del valle de Batuecas entre riscos, lejos de todo núcleo de población importante, apartado de todas las rutas comerciales, hizo de él y de sus pobladores un enclave desconocido y atrasado, como tantos otros lugares de la geografía española.
Batuecas salió del olvido gracias a la obra de Lope de Vega. A partir de Lope, nacieron los mitos y las leyendas de Batuecas, que son pura literatura, aunque algunos autores se hayan empeñado en darles otra dimensión.
Desierto, en la terminología carmelitana, no responde a lo que comúnmente se entiende por desierto: «Territorio arenoso o pedregoso, que por la falta casi total de lluvias carece de vegetación o la tiene muy escasa», sino todo lo contrario. Los desiertos carmelitanos se situaban en lugares especialmente bellos, paraísos naturales con vegetación y agua abundantes. Desierto carmelitano es sinónimo de soledad y silencio, un lugar apartado de las grandes ciudades y mal comunicado.
Batuecas reunía bien todas esta condiciones y, por eso, los carmelitas fundaron allí su «desierto». Y aquí floreció, y sigue floreciendo en nuestros días, esa forma típica de vida religiosa que causa tanta admiración y curiosidad.
Daniel de Pablo Maroto recoge en este libro los cuatro siglos de historia del «desierto carmelitano» de Batuecas.