Llevada por su vena de filósofa y por la sensibilidad y agudeza femeninas, Edith Stein sabe escudriñar momentos y experiencias de la Madre de Dios, extrayendo consideraciones enriquecedoras con las que fundamentar y sostener su entrega confiada al Dios de Jesucristo.
La hebrea Edith quiere estar con María de Nazaret; aprender de ella y con ella las enseñanzas que emanan de la boca y de la vida del Verbo encarnado.
Las páginas que siguen quieren ofrecer un aspecto no muy conocido de la rica personalidad de Edith Stein: la presencia de María en su experiencia cristiana, que se verá beneficiada aún más con el ingreso en una orden religiosa: el Carmelo descalzo, de honda tradición mariana. Su presencia entre las carmelitas estuvo sostenida por la actitud mariana de estar junto a su Hijo sufriente intercediendo por todos, en actitud de disponibilidad generosa. En esta misma línea definirá, recién estrenado el noviciado, la vocación de la carmelita, en carta a un amigo: «interceder por todos ante Dios».