Estamos en una época en la que la gente se saluda menos. Pocos son los que saludan por la calle, en el tren, en la tienda... Incluso al entrar o salir de una iglesia. Y, sin embargo, como demuestra el autor en este cautivador libro, un gesto tan ordinario como el saludo tiene un poder extraordinario.
El saludo es un acto de esperanza y una infusión de optimismo. Al abrir la mente y el corazón a un futuro lleno de sentido, cambia radicalmente el modo de imaginar la vida, su presente y su fin, inyectando en la historia una energía que anhela la justicia. Uno se pregunta cómo un cristiano puede creer en el ''Dios de la esperanza'' y limitar los saludos.