El tiempo y el espacio de encuentro entre Dios y el ser humano nunca ha podido fijarse del todo. Está transido de idas y venidas, de evidencias y oscuridades, de alegrías y vergüenzas, de acuerdos y conflictos. Y solo la verdad lo salva, solo la desnudez entre miedosa y confiada con la que el creyente se presenta ante el Dios que le busca. Solo esta desnudez expuesta permite a Dios revestirnos con el manto de su misericordia. Estas oraciones quieren ser una invitación a que cada uno se desnude en la intimidad de Dios hasta encontrar la fecundidad salvífica de su abrazo.