La historia de los obispos de Roma está relacionada de manera íntima, desde el inicio del cristianismo, con las otras Iglesias locales, tanto por el común Evangelio vivido como por una caridad compartida y profundamente sentida, de manera que los obispos romanos mostraron desde sus inicios un marcado sentimiento de responsabilidad por el desarrollo, las necesidades y penalidades de las diferentes comunidades cristianas. Esto se debió no solo a los preceptos evangélicos, sino también al convencimiento de los obispos romanos de ser los sucesores de Pedro y herederos de su especial autoridad sobre la Iglesia.A lo largo de los últimos veinte siglos, los papas romanos han constituido la dinastía político-religiosa más prolongada y fascinante de la historia occidental, un papado que no se transmite por sangre, sino que es electivo en el ámbito de la comunidad cristiana, un papado que ha ido transformándose a medida que evolucionaba el mundo, asimilando no pocas de sus formas y costumbres, pero, al mismo tiempo, manteniendo con fidelidad sus aspiraciones y exigencias iniciales.