la iniciación cristiana es una expresión que se ha puesto de moda y se ha convertido prácticamente en un eslogan, un bandera, un proyecto o una alternativa. Por ello debe ser analizada y profundizada con produdencia, ya que igualmente oculta el riesgo de la simplifición, la caricatura y la banalización.La iniciación cristiana no es un mecanismo biológico; es cuestión de gracia y libertad, y por eso constituye un devenir histórico y un diálogopersonal. La persona no nace realizada, sino que va adquiriendo su personalidad desde un proceso de maduración; "elcristiano no nace, se hace" (Tertuliano), el creyente se va haciendo enproceso. La maravilla de lo cristiano no es al obvio.El mejor simbolo que lo recoge y que abre perspectivas personalistas es el de la maternidad. La Iglesia se realiza como madre, ya que vva engendrando continuamente nuevos hijos concebidos por el Espíritu. De su seno virginal reciben la vida nueva los que se han convertido por el testimonio y el anuncio. Más aún, ella no es sólo la iniciadora, sino la permanentemente iniciada.Desde aquí ofrecemos la presente reflexión: "Edificar una Iglesia de bautizados". Ya desde el mismo título se sugiere la urgencia de una conversión pastoral de la misma Iglesia que esté a la altura de nuestro tiempo. El gran acontecimiento de la iniciación cristiana se nos desvela como horizonte de posibilidad para comunicar la alegría del Evangelio desde las claves significativas. Pero todo ello resultará baldío si no se propicia la novedad que las personas de carne y sangre (los iniciados) han recibido para ponerlo al servio de la misión de la Iglesia en sí misma y en medio del mundo.