Virgilio odiaba leer. Pero un día no tuvo más remedio que hacerlo. Por supuesto, le obligaron. Por supuesto fue cosa del colegio. No había vuelta de hoja. Y, para colmo de males, tuvo que conocer al escritor. ¡Cómo iba a saber él que ese día sería el principio de su nueva vida!
Hay libros que son la entrada a un mundo fantástico. Solo hay que saber encontrarlos.