La idea, el concepto, la visión que cada uno tiene de Dios es como el rostro de Dios que él ve. Y de la visión que tengamos depende, en gran parte, nuestra actitud ante Él. Las ideas falsas de Dios pueden inspirar cierto agradecimiento, temor, miedo, resentimiento, incluso odio... Pero jamás amor. Y no inspiran cariño porque tampoco hacen sentirlo: en esos rostros de Dios no se ve amor. Esos creyentes no se sienten queridos. Y, al que no se siente querido, le resulta imposible querer.
Jesucristo es el rostro humano de Dios. En Jesús ya podemos contemplar el verdadero rostro divino, en la medida en que los hombres somos capaces de contemplarlo. En contra de lo que ocurría en el Antiguo Testamento, ahora ya se puede ver el rostro de Dios. Y puede verse porque Dios ha asumido un rostro humano. Eso es lo más grandioso y original de Cristianismo: la irrupción de Dios en la vida del hombre. No es el hombre quien busca a Dios. Es Dios quien viene a nuestro encuentro.
Agustín Filgueiras Pita nació en Pontedeume, La Coruña. Fue ordenado sacerdote en Santiago de Compostela en 1959. Ejerció su sacerdocio seis años en dos pueblos. Durante otros treinta y cuatro se dedicó a la enseñanza y atención espiritual en dos colegios. Actualmente, colabora en una parroquia de la ciudad de La Coruña.