«... cada ser humano es, como el bruto, la planta o el átomo, un individuo, es decir, un fragmento de una especie, una parte de este universo, un punto singular de la inmensa red de fuerzas e influencias cósmicas, étnicas, históricas, a cuyas leyes está sometido; y a la vez es una persona, es decir, [...] un universo de naturaleza espiritual dotado de la libertad de elección y que constituye por tanto un todo independiente frente al mundo. Ni la naturaleza ni el Estado pueden morder en semejante universo sin su permiso».