«No abandono la Iglesia? subo al monte a rezar». Con estas palabras se despedía Benedicto XVI de la multitud congregada en la plaza de San Pedro el día que consumaba su renuncia al ministerio petrino, y añadía: «Para dedicarme a la oración y la meditación». Una vida casi monástica, donde la contemplación ocupa el lugar central que le corresponde. ¿Acaso no es importante y central ?había dicho cuando era papa? la oración, la liturgia, la contemplación? Pablo Blanco en los meses de confinamiento, prepara unas conferencias para pronunciar en el monasterio de San Isidro de las Dueñas, a las que finalmente se unieron otros monasterios cistercienses, y esta experiencia casi cenobítica le ayuda a entender la importancia y centralidad de la vocación contemplativa en la Iglesia. En aquellos días y tal como reflejan estas páginas, tras conocer la impronta monástica y especialmente benedictina del pensamiento ratzingeriano, estudiamos juntos la contemplación en la Escritura, en la liturgia y en la oración, así como del rostro de Jesucristo, siguiendo las pistas que nos ofrecía la teología de Benedicto XVI. Me