Perdonar y sentirnos perdonados nos cambia la vida. Es saludable. Nos hace estar bien. Del mismo modo que no perdonar y no ser perdonados nos la puede complicar. El perdón es liberador. En este sentido, la psicología puede ser una ventana muy útil para comprender la complejidad que da forma al perdón y al acto de la reconciliación, y puede ayudar a resolver conflictos y prevenir situaciones desagradables.