Al comienzo del tercer milenio, el hombre se ve impelido a abordar una serie de preguntas radicales y urgentes: ¿Está destinada mi existencia a ser un enigma incomprensible? ¿Estoy condenado al vacío de la soledad? Si Dios existe y me ha querido, ¿por qué calla?
Sin embargo, estas preguntas en última instancia le resultan extrañas, porque no vislumbra su posible respuesta, lo que lleva al hombre posmoderno a quedarse en aquello que conoce y controla de sí mismo y de los demás, dando lugar al individualismo narcisista que predomina hoy. Y, a su vez, este hombre es quizá más realista que en otros tiempos: la ausencia de vínculos y la falta de libertad le hacen intuir que la esperanza no puede proceder sin más de un cambio de circunstancias.
En el contexto de esta Europa que, desde el punto de vista sociológico, es ya una sociedad postcristiana, el cardenal Scola se pregunta si ha llegado el tiempo del «postcristianismo» o si, por el contrario, es posible todavía encontrar hoy hombres y mujeres que continúen esperando que haya Otro que salga a su encuentro y salve su existencia. Esa tenaz espera es, precisamente, «con la que el cristianismo quiere entrar en diálogo hoy, para poder ofrecer una esperanza» sobre los desafíos del momento actual, como nos ilustra el recorrido de estas páginas.
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