Por más que la oración de los fieles sea una plegaria litúrgica en el sentido más pleno de la palabra, es decir, oración de la Iglesia como tal, la práctica postconciliar ha ido introduciendo la costumbre de que las diversas comunidades seleccionen y redacten sus formularios y que incluso muchos de estos textos de origen privado sean posteriormente publicados en hojas periódicas o incluso en libros. Esta intromisión privada en las plegarias eclesiales quizá no es demasiado feliz, por cuanto tiene el riesgo de ofuscar de alguna manear la identidad eclesial de la Oración de los Fieles; pero es innegable que esta forma de proceder se ha impuesto y que incluso ha sido aceptada por la Iglesia, hasta el punto que hoy puede decirse que usar toda clase de preces de origen privado ha llegado a ser la práctica más común y habitual.
Los primeros pasos de la restauración de la Oración de los fieles siguieron ciertamente el sendero de una radical oficialidad. Pero posteriormente la práctica y luego incluso la misma normativa oficial fue introduciendo modos bastante más libres y, a partir de un momento determinado la publicación de la Carta Eucaristiae participationem-- la primera normativa cedió y se propuso explícitamente como ideal la sabia libertad de composición.