Extracto del Índice:
1. El contagio emocional de los valores del maestro
Maestros somos incluso quienes no lo somos
La relación interpersonal en la escuela
2. El maestro modelo no es un jefe
¿Por qué han de ser modélicos los maestros?
Necesita un maestro quien quiera ser maestro
3. El deber, palabra canibalizada en la escuela
¿Por qué debo ir a la escuela?
Un querer y un hacer a la altura del deber
4. ¿Qué pasa con las normas?
La necesidad de unos mínimos regulativos
¿Qué dice la regla?
5. Educar en el orden
Ayudar sin sustituir
No hay tiempo interior sin tiempo íntimo
6. Enseñar a obedecer
Maestro domador no, gracias
Desobediencias infértiles y desobediencias fértiles
7. Enseñar a dominar los deseos
Con ternura y vigor
Paciencia y forja del carácter
8. Enseñar a descifrar lo visible y lo invisible
Oye las opiniones ajenas; sólo son opiniones
Para manejar la conciencia mental y emocional
9. Enseñar a hacer contratos
Sin paternalismo: respeto exigente, exigencia respetuosa
Algunas técnicas útiles para cumplir los contratos
10. Sancionar pedagógicamente
¿Prohibido prohibir?
¡Y, cuando digamos no, no cambiemos de parecer!
11. Las reglas de la abuelita
La empatía es la mejor medida del yo
Afrontar las situaciones, sin huir
12. Contra el tal Murphy
Esta obra es la de un hijo de maestros, maestro él mismo, y quiere ser un firme alegato en favor de la persona como ser capaz de aprender y de enseñar, actividades que requieren la figura científica y moral del maestro, su adhesión a una escala de valores, y su compromiso existencial con la humanidad. En palabras del autor: Desde el primer día en que enseñé, quise siempre hacer crecer en humanidad a cuantos se cruzaban conmigo. Solo busco enseñar lo universal que puede brotar de lo contingente; no son primero las ideas y luego la vida social, sino al mismo tiempo, y por eso quien enseña para lo comunitario verdadero que hay en cada ser humano, funda comunidad. Por eso escribo, viajo, buscando a la humanidad. La escuela la hace el maestro. Afortunadamente los maestros hacen que sus alumnos sean más, de lo que hubieran sido sin ellos. La escuela para la comunidad, en tanto que escuela para la vida, solamente será posible si sus fundamentos tienen real solidez y van más allá de la inmanencia pragmática y rompen los muros de las aulas. Cuando se abre un aula con un buen maestro, la creación entera vuelve a latir.